Conoce nuestra historia
Desde el primer ovillo que elegimos hasta el último punto que damos, cada pieza refleja el legado artesano que nos define. Al recorrer nuestras hebras, entrelazamos historias de generaciones; los colores, los tejidos y los diseños nacen de las vivencias de quienes forman parte de este proyecto familiar.
El nacimiento de La Fábrica
En 1876, en el pequeño pueblo de El Pont de Suert, al abrigo de los Pirineos y con el murmullo del río como banda sonora, nacía una ilusión hecha de lana y esfuerzo: La Fábrica de mantas. Fundada por nuestros antepasados con las manos curtidas por el trabajo y el alma llena de sueños, esta empresa familiar comenzó a tejer algo más que tejidos. En un tiempo donde la vida era dura y la montaña exigía abrigo y tenacidad, surgió un lugar donde la lana local se transformaba en calor, hogar y tradición.
Aprovechando la energía hidráulica del entorno y la lana de las ovejas de la comarca, la Fábrica no tardó en convertirse en un pilar para la comunidad. Los telares empezaron a cantar su melodía de hilos cruzados, y con cada manta nacía una historia. No era solo una industria, era un rincón donde se hilaban generaciones, donde cada pieza contenía el esfuerzo de una familia y el carácter de la montaña. Así empezaba nuestra historia, con humildad, tesón y mucho amor por lo bien hecho.


Finales del siglo XIX – El tapabocas y la vida pastoril
A finales del siglo XIX, cuando el Pirineo era todavía más agreste y la vida en la montaña exigía coraje diario, el tapabocas se convirtió en el compañero inseparable de los pastores. Aquella gruesa manta de lana, sencilla y resistente, no era un lujo, era una necesidad vital. Hecha con los colores naturales de la lana —el blanco y el pardo—, y a veces decorada con rayas o cuadros, se recogía sobre los hombros y se desplegaba como capa cuando el frío calaba los huesos. No era solo una prenda: era refugio, escudo, hogar portátil.
Desde La Fábrica, estas mantas salían una a una, tejidas con la misma calma con la que se vive en la montaña. Cada tapabocas hablaba el idioma de las cimas, del ganado y de la nieve. Representaba la identidad de un oficio ancestral, el de quienes sabían leer el cielo y encontrar el camino aunque la niebla lo cubriera todo. El tapabocas no sólo abrigaba el cuerpo, también guardaba la dignidad y el saber de generaciones enteras.
Principios del siglo XX – El tiempo del trueque
En los primeros años del siglo XX, cuando el dinero era escaso y la vida se tejía con sencillez, en La Fábrica se practicaba un comercio muy distinto al de hoy: el trueque. Las gentes de la comarca llegaban con sacos de lana al hombro, fruto del esquilado de sus propios rebaños, y se marchaban con mantas o hilos listos para tejer. No había facturas, ni tickets, ni prisas. Solo un acuerdo de palabra, un apretón de manos firme y la mirada tranquila de quien sabía que el trato era justo.
Era una época en la que la confianza valía más que cualquier moneda. Cada intercambio tenía algo de ritual: se pesaba la lana, se hablaba del tiempo y del ganado, y se compartía una historia junto al telar. La Fábrica era más que un taller; era un punto de encuentro entre vecinos, un lugar donde se hilaban no solo tejidos, sino también relaciones, respeto y comunidad. En cada manta entregada había una promesa cumplida.


Mitad de siglo XX: Ferias, reconocimientos y camino compartido
A lo largo de los años, La Fábrica ha sido reconocida en numerosas ocasiones, lo que ha permitido que su trabajo artesanal sea ampliamente conocido. Ha sido invitada a participar en diversas ferias internacionales, como la Feria Mundial de Nueva York en 1964, y en eventos destacados en ciudades como Toulouse, Munich y Barcelona. Además de su presencia en estos grandes encuentros, la Fábrica ha sido galardonada con premios que destacan su excelencia, como la Medalla de Oro en la Feria de San Miguel de Lérida en 1966, y el título de Artesano Distinguido en 1971.
Más allá de las ferias y premios, la Fábrica ha sido objeto de numerosos artículos que han resaltado su importancia. Un ejemplo notable es la mención que le hizo Camilo José Cela en su libro Viaje al Pirineo de Lérida en 1965, destacando su relevancia dentro de la tradición artesanal del Pirineo. Además, otros medios siguen dando a conocer su legado, asegurando que la tradición de La Fábrica siga viva.
Arbol Genealógico
Família Dies
Nota: Si estàs en un dispositiu mòbil, pots desplaçar-te horitzontalment per veure l'arbre complet.
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Luis Dies Vilanova
Gironi (reparteix proindiviso en 1905)
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José Dies Mesull
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Luis Dies Roig
(Ignacia Carrera Iglesias)
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Josep Dies Carrera
(Teresa Llovera Vigatá)
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Jesús Dies Viza
(Mercedes Badia Fierro)
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Leonor Dies Badia
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